Cuando se acerca el verano, se acerca también el inicio de la jornada intensiva de verano. Dependiendo del colectivo al que pertenezcas tendrás unas fechas u otras, pero lo importante es que en algún momento podremos disfrutar de unos días en los que no partiremos la jornada, y terminaremos de trabajar antes.
Pero conviene puntualizar algunos detalles con respecto a la “intensidad” de la jornada, un término que quizá lleva a confusión. Y es que, tener una jornada intensiva no supone para la persona trabajadora que no pueda parar de trabajar hasta que termine su jornada. Al contrario, “debe” parar según la ley exige.
El artículo 34 del Estatuto de los Trabajadores, que regula la jornada laboral en la sección 5ª que se refiere al “tiempo de trabajo”, aclara este punto: “dicha distribución (distribución irregular de la jornada a lo largo del año) deberá respetar en todo caso los periodos mínimos de descanso diario y semanal previstos en la ley que no será inferior a quince minutos siempre que la duración de la jornada diaria continuada exceda de seis horas”.
Esta jornada intensiva no es algo gratuito, o que se realice porque la empresa sea muy buena y nos permita salir antes en verano para que no nos quedemos dormidos en el puesto de trabajo con el calor después de comer. Esta jornada se obtiene a partir de la negociación colectiva, y se utiliza para ajustar la jornada total anual, para no trabajar más horas de las que marca la normativa vigente.
¿Qué beneficios tiene la jornada intensiva?
Los especialistas en recursos humanos consideran que la jornada intensiva ofrece diferentes beneficios, tanto a la plantilla, como a la empresa, empezando por la conciliación.
No obstante, conviene no generalizar, ya que cada caso es diferente. La jornada intensiva, como cualquier otra opción que flexibiliza el trabajo, es una oportunidad para optimizar el mismo, pero no es una varita mágica que solventa todos los problemas.
Facilita la conciliación
Más tiempo libre por la tarde (que a menudo no es estrictamente “libre”, porque las obligaciones personales no terminan cuando dejamos nuestro puesto de trabajo) supone mayor facilidad para conciliar el trabajo con la vida personal y laboral. No solo la familia (ascendientes y descendientes, etc.), sino la propia vida personal, porque no olvidemos que las personas sin hijos ni hijas también tienen derecho a conciliar.
Una mayor flexibilidad
Es uno de los retos del sector laboral para los años venideros, y la jornada intensiva puede facilitarla: ofrecer una mayor flexibilidad en aquellos trabajos que se lo puedan permitir, siempre y cuando la persona trabajadora mantenga su rendimiento con una mayor flexibilidad en la organización de su jornada laboral.
Puede reducir el estrés
Al ofrecer más posibilidades de conciliación y flexibilidad, se puede combinar mejor la vida privada con el trabajo, con lo que se pueden reducir diversos factores de estrés. Y, como sabemos, uno de los aspectos que más nos afecta es el estrés: todo lo que suponga reducirlo es beneficioso para todas las partes.
Más motivación y productividad
Si la persona trabajadora está menos estresada, sabe que puede terminar su jornada antes, y tener más tiempo por la tarde, lo más probable es que esté más motivada, y a mayor motivación, una mejora en el rendimiento, lo que supone una mayor productividad.
Un mejor ambiente laboral
Todo lo descrito anteriormente contribuye a mejorar el ambiente laboral, un reto siempre presente en las organizaciones porque, a estas alturas, todos los agentes implicados en una empresa o en un colectivo laboral somos conscientes de que, cuando la plantilla está motivada, asume su responsabilidad y que, si se les ofrecen posibilidades de flexibilización y conciliación, son más “felices” y trabajan mejor.
En resumen, la jornada intensiva tiene muchas ventajas, por lo que es importante que siempre que sea posible la disfrutemos. No renuncies sin motivo a ella, y disfruta de tu tiempo.